Estrés, falta de sueño y piel

Estrés, falta de sueño y piel

El estrés y la falta de sueño afectan a la luminosidad del rostro y pueden 'apagar' la piel.

La luminosidad de la piel se relaciona directamente con una piel joven y sana. En cambio, la pérdida de luminosidad, o como también se dice 'cuando el tono está apagado', representa un estado anormal o patológico.

Cuando la luz incide en una piel sana y con un estado correcto y regular, esta es transparente y absorbe el color de la hemoglobina que circula de forma óptima y dinámica a través de los capilares sanguíneos y se refleja un color, que se percibe por un tono rosado que proporciona un aspecto saludable, conocido popularmente como 'buena cara'.

Cuanto más lisa y regular es la superficie cutánea, mejor se reflejan los rayos luminosos en todas las direcciones del espacio y la piel adquiere entonces un aspecto radiante, resplandeciente.

Si la capa córnea (la capa más externa de la epidermis) es rugosa, está deshidratada o engrosada, la absorción luminosa se dificulta y la superficie de la piel adquiere un aspecto mate y apagado. Así mismo, este estado de tono apagado también se produce si la piel está dañada por el sol o manchada.

Si la microcirculación es menos eficaz, el color rojizo asoma en menor medida y la piel presenta un aspecto lívido y cetrino.

El estrés y la falta de sueño, a su vez, conllevan la liberación de una sustancia llamada noradrenalina, la cual produce una vasoconstricción que reduce la circulación sanguínea y, en consecuencia, la disminución de la oxigenación y del aporte de nutrientes a la piel.

La tensión acumulada también aumenta la producción de radicales libres y puede alterar los valores hormonales, lo que acabarán afectando negativamente al estado y aspecto de la piel.

Asimismo, el estrés puede desencadenar o empeorar ciertas afecciones dermatológicas como la dermatitis atópica, el acné, la rosácea, la dermatitis seborreica, la psoriasis, la hiperhidrosis, la alopecia areata o el liquen plano.

En este sentido, numerosos estudios han demostrado como la piel es capaz de detectar por sus receptores de dolor, presión y temperatura, una situación estresante y mandar la información al cerebro. De hecho, se estima que hasta entre un 25 y 30 por ciento de los pacientes que acuden a una consulta de dermatología tienen asociado un componente psicológico. 

Tanto el estrés como la falta de sueño pueden tener, además, importantes consecuencias para nuestra salud en general, por lo que es importante adquirir unos buenos hábitos de descanso e intentar gestionar de la mejor manera posible la tensión que podamos sufrir en nuestro día a día. 

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